Estamos frente a una fotografía que antes que registrar la realidad prefiere asediarla, poniendo a prueba su consistencia. ¿Qué tan real es lo real? ¿Cuán tangible es lo que vemos? Leslie Searles recela de la apariencia de las cosas y pretende calar lo visible con la cámara fotográfica. Esto la lleva a trabajar en locaciones situadas en los márgenes del mundo moderno, en esos espacios limítrofes donde los datos del presente son difíciles de precisar y una persona cualquiera refulge por su sencilla belleza y su humana perplejidad, transfigurando con su sola presencia el instante ordinario en tiempo ritual y trascendente. Para ello se aleja o se acerca, a un palmo, de los objetos que le interesa escudriñar, usualmente personas y entornos naturales o parajes en los que de lo “edificado” sólo queden escombros. Es en esas condiciones de fragilidad o precariedad material o de belleza natural que la realidad tiende a revelar su sentido. Bajo esa mirada unas brasas pueden semejar una constelación, una piedra cansada puede ser también un ara de sacrificio, una inmersión nocturna una ceremonia de redención, dos párpados una vulva de negra luz.
Esta selección de imágenes nos habla también del peregrinaje requerido para realizarlas, del periplo que habilita su captura. Nos arriesgamos a afirmar que en el caso de Leslie Searles fue su compulsión de caminante la que precedió a su vocación de indagar sobre lo visible mediante el lenguaje de la fotografía.
Manuel Munive M.
Diciembre, 2022.